La nueva «grandeza» de Estados Unidos: Trump, de vuelta al ruedo

Por: Fefe
21 de enero de 2025
Foto: Internet

Donald Trump ha regresado a la Casa Blanca, y vaya manera de hacerlo. En su toma de posesión, demostró que el reality show no termina, sólo cambia de temporada. Con una agenda que parece sacada de un guion de Hollywood, promete «hacer grande a Estados Unidos» nuevamente, pero esta vez con un toque extra de controversia que podría poner al mundo entero a tambalearse.
Entre los puntos más destacados de su discurso está la declaración de emergencia nacional en la frontera con México. Al parecer, la «gran muralla» no fue suficiente y ahora busca deportar a «millones y millones» de migrantes en situación irregular, retomando el infame programa «Quédate en México». Tal vez olvida que esos millones de personas sostienen gran parte de la economía estadounidense con su trabajo en el campo, la construcción y los servicios. Pero no importa, el show debe continuar, y las audiencias conservadoras lo aplauden.
La cereza del pastel es su intención de cambiar el nombre del Golfo de México por el Golfo de América. Si Cristóbal Colón levantara la cabeza, probablemente también le pediría que renombre el Océano Atlántico. Y no se queda ahí: también busca «retomar» el control del canal de Panamá, que a su decir está en manos de China. Esto ya no es nacionalismo; es un revival de las políticas expansionistas del siglo XIX, condimentado con un toque de megalomanía.
En el frente económico, Trump prometió instaurar aranceles e impuestos a países extranjeros. Suena patriótico, pero también suena caro. Esta medida podría desatar una guerra comercial de proporciones históricas, afectando a aliados y adversarios por igual. Además, anunció que declarará la «emergencia energética nacional» para ampliar las perforaciones de petróleo. Al parecer, la transición hacia energías limpias no está en su vocabulario, pero sí lo está el retroceso ambiental: EU se retirará del Acuerdo de París, una decisión que podría acelerar el cambio climático global.
Trump también busca reinstaurar una visión binaria de la identidad de género, reconociendo sólo hombres y mujeres en su administración. Esta postura es un claro retroceso para los derechos de las comunidades LGBTQ+, dejando claro que su administración priorizará las políticas que dividen en lugar de las que incluyen.
Por último, pero no menos estridente, Trump sueña con plantar la bandera de Estados Unidos en Marte. Aunque explorar el espacio es siempre emocionante, parece un movimiento distractor frente a los problemas terrenales que afectan al planeta, incluyendo las desigualdades sociales, las crisis económicas y el deterioro ambiental.
En términos de geopolítica, esta agenda promete tensar las relaciones internacionales. La designación de los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, por ejemplo, podría justificar intervenciones directas en territorio mexicano, lo que es un tema delicado para la soberanía de nuestro país. Además, los aranceles e impuestos a países extranjeros podrían afectar la economía global y aislar a Estados Unidos de sus aliados tradicionales.
Para la globalización, estas medidas son un golpe directo. La imposición de aranceles y el retiro de acuerdos multilaterales como el de París podría fragmentar los esfuerzos colectivos para enfrentar problemas globales como el cambio climático. En lugar de trabajar juntos, cada país tendría que navegar solo, enfrentando mayores riesgos y menos recursos compartidos.
Para México, la agenda de Trump es un reto mayúsculo. Las deportaciones masivas y el programa «Quédate en México» aumentarían la presión sobre nuestras ya saturadas instituciones migratorias. La designación de los cárteles como terroristas podría derivar en presiones diplomáticas, económicas e incluso militares. Y ni hablar del golpe simbólico que sería renombrar el Golfo de México: una broma de mal gusto para nuestra identidad nacional.
Sin embargo, también hay espacio para oportunidades. La imposición de aranceles podría motivar a México a diversificar sus socios comerciales, fortaleciendo relaciones con la Unión Europea, Asia y América Latina. Además, la postura de Trump podría servir como unificadora interna, fomentando un frente común entre gobierno, sociedad civil y empresas para proteger los intereses nacionales.
¿Y cuál sería la mejor postura de México? Una mezcla de firmeza y diplomacia. Debemos defender nuestra soberanía y rechazar cualquier intervención injustificada, pero también buscar el diálogo para evitar una ruptura completa. Como buenos vecinos, podemos resistir el temporal, pero también debemos estar listos para mirar más allá de esa «gran muralla» que Trump insiste en levantar.
En resumen, el regreso de Trump promete una era turbulenta, donde el eslogan de «América primero» podría traducirse como «El mundo después». Y mientras tanto, nosotros en México debemos prepararnos para navegar estas aguas agitadas con inteligencia y unidad. Porque si algo sabemos bien, es que los vecinos problemáticos nunca duran para siempre.