COLUMNA, Factorizando
Por: Fefe
La televisión, en su constante metamorfosis, ha encontrado en los reality shows una fuente inagotable de rating. En este espectro, “La casa de los famosos” se erige como un fenómeno mediático que ha capturado la atención de millones de espectadores, convirtiéndose en un reflejo crudo y a menudo preocupante de nuestra sociedad. Con la participación de personajes tan controvertidos como Mario Bezares, Gomita y Adrián Marcelo, este programa no solo ha asegurado altos niveles de audiencia, sino que también ha planteado interrogantes sobre el tipo de contenido que consumimos y las implicaciones sociales que ello conlleva. Mario Bezares, un personaje que por años ha estado rodeado de escándalos y controversias, representa en este reality el estigma de una fama construida sobre las cenizas de la farándula de antaño. Por otro lado, Gomita, una figura que ha transitado desde los espectáculos infantiles hasta el centro de la polémica por sus intervenciones quirúrgicas y su vida personal expuesta en redes, encarna la superficialidad de un ídolo moderno. Finalmente, Adrián Marcelo, cuyo estilo irreverente y provocador ha polarizado a las audiencias, completa este trío de figuras que, lejos de aportar contenido significativo, refuerzan un espectáculo basado en el morbo y la espectacularidad vacía.
El éxito de “La casa de los famosos” no es casualidad. Este tipo de programas apelan a las emociones más básicas del espectador: la curiosidad, el chisme y, sobre todo, el morbo. La construcción de ídolos superficiales, cuya fama se sostiene más por sus polémicas que por su talento, evidencia un problema más profundo: la desconexión entre los contenidos televisivos y el valor informativo y cultural. Este tipo de entretenimiento, lejos de enriquecer la cultura popular, la devalúa, perpetuando un ciclo de celebridad efímera y desechable.
La estrategia detrás de estos programas no es nueva. Según el establecimiento de agenda, los medios no solo reflejan la realidad, sino que la construyen al determinar cuáles temas son relevantes para la sociedad. En este contexto, el reality show funciona como una poderosa herramienta para mantener al espectador «adormecido», centrado en la trivialidad y alejado de los problemas que realmente afectan su vida cotidiana. En lugar de debatir sobre la economía, la violencia o la corrupción que azota al país, el público se entretiene discutiendo sobre las disputas internas de un grupo de celebridades confinadas en una casa.
La sociología de la producción de los medios también arroja luz sobre este fenómeno, destacando cómo los intereses económicos y comerciales dictan la agenda mediática. “La casa de los famosos”, al priorizar el escándalo y el drama sobre cualquier tipo de contenido sustantivo, refleja la lógica de una industria que ve a las audiencias más como consumidores pasivos que como ciudadanos informados. Esta lógica no solo perpetúa la ignorancia, sino que también desvía
la atención de los verdaderos problemas que enfrentan los mexicanos.
“La casa de los famosos”, no es solo un programa de entretenimiento; es un espejo que refleja y amplifica las peores tendencias de nuestra cultura mediática. Mientras millones se deleitan con las polémicas superficiales de los famosos, los asuntos verdaderamente importantes quedan relegados al olvido, creando una cortina de humo que solo beneficia a quienes buscan mantener a la población desinformada y distraída. Es crucial que, como sociedad, comencemos a cuestionar qué tipo de contenidos consumimos y el impacto que estos tienen en nuestra percepción de la realidad. Solo así podremos aspirar a medios y contenidos que enriquezcan en lugar de adormecer.
