COLUMNA LO MÁS IMPORTANTE DE LO MENOS IMPORTANTE Por: Cristian Palomares
Septiembre 2024
Septiembre es el mes patrio por excelencia, la festividad más emblemática para los mexicanos, como lo es la Independencia que se festeja el 16 de este mes, también el 13 de septiembre se festeja una defensa histórica que tuvieron unos cadetes en el castillo de Chapultepec, batalla llena de mitos y realidades, como la del heroico Juan Escutia, aquel que la historia nos dicta se lanzó con la bandera de México enrollada en su cuerpo para que no fuese tomada por los estadounidenses, según datos del historiador de la UNAM, Alfredo Ávila, no hay registro alguno de que dicho cadete estuviera en la batalla, sin embargo el historiador norteamericano, J.D. Eisenhower, menciona que seis cadetes prefirieron morir en vez de rendirse y uno de ellos se lanzó con la bandera de México, tal vez nunca sabremos la verdad histórica, pero sí hay certeza de algo, que las festividades de estas fechas con mitos y realidades se seguirán efectuando.
Dejemos de lado la historia nacional, vayamos a lo que atañe a nuestra columna. Este mes fue elegido justo para el regreso de dos hijos pródigos a las riendas de la Selección Nacional, Javier Aguirre, unos de los mejores técnicos de nuestro balompié o por lo menos uno de los de mayor reconocimiento y bagaje a nivel mundial, a su lado, otro referente que tiene el fútbol mexicano, Rafael Márquez, sin llegar a dudas junto con Hugo Sánchez, de los jugadores mexicanos más ganadores en ámbito internacional, logrando inclusive a poder levantar una Champions League con la bandera de México postrada en su espalda, como si fueran una especie de Juan Escutia, contemporáneo, existiese o no.
El rival tal vez no fue el mejor sinodal para la selección, un escuadra de Nueva Zelanda muy limitada en su juego, permitió que la tarde de debut en la ciudad de Pasadena, fuese a pedir de boca para los nuevos timoneles de la Selección, con un cambio de actitud y estilo de juego completamente vertical, se pudo ver una mejora en el equipo, que en partidos anteriores inclusive se lo notase inoperante, casi el mismo plantel, tampoco hay mucho de dónde escoger, pero el cambio en la mentalidad fue notorio, tal vez los jóvenes sólo necesitaban alguna figura de autoridad.
Y dentro de todo ese marco de festividades, acá en el norte, el 4 de septiembre se festejaron 41 años de unos los equipos más ganadores según la estadística en base a su edad dentro de nuestro fútbol, el club Santos Laguna es campeón cada 5.5 años, superando inclusive en relación con su edad, no a títulos, a los máximas ganadores, las Águilas del América, con un promedio por título de 7.8 años.
Desde aquel 4 de septiembre de 1983, cuando jugó su primer partido en la cancha del viejo Corona hasta la fecha, han pasado por estas tierras imborrables hazañas, figuras y promesas que dieron frutos, por ejemplo, sin brillar tanto en Santos por su corta edad, años más tarde veríamos como campeón del mundo a Mauro Camoranesi.
Con seis títulos de liga y un futuro incierto, el equipo de la Comarca celebra su onomástico con uno de los presentes más inciertos, ya que ante el ultimátum de la Federación, hacía grupo Orlegi, de tener que deshacerse de una de sus franquicias de primera división y decantar ya sea por el Atlas de Guadalajara o Santos Laguna.
La interrogante en el título de la columna, va encaminada a si en este caso ¿habría algo qué celebrar? con una incertidumbre orfandad ante un equipo carente de resultados, sólo el tiempo lo dirá, pero respondiéndome a mi mismo, creo que sí, hay que celebrar por las tardes mágicas de aquel viejo Corona, por el juego de los hondureños Juan y Dolmo Flores, por las atajadas de aquel Richard Alan Adams, por el gol de Lupe Rubio que nos metió agónicamente a aquella liguilla, por el golazo de Adomaitis al Atlas con un pase sacado de la chistera por Zambrano, al gol que nos regalo el Turco Apud tomando el balón desde medio campo y terminando con una vaselina sublime, para vencer al arquero desde casi tres cuartos de cancha, a la pierna suavecita y aguerrida de Pedro Muñoz, que hacia valer el mote de “La casa del dolor ajeno”, a los pases del Pony Ruiz y a los remates de Jared Borgetti, a grandes estrellas con Oswaldo Sánchez, que no tuvieron reparo en venir a jugar a un equipo de chico de provincia y contribuir a su historia, a la coreografía de Vuoso, esa misma que puso a bailar a toda la Comarca, el deseo de Oribe Peralta de regresar a su tierra y hacer campeón al equipo de sus amores, a todos aquellos guerreros que han contribuido a que la frase que nos caracteriza aún tenga vida: “Poco tiempo, mucha historia”.
Dicen que mencionar es omitir y seguramente he dejado fuera grandes referentes de este equipo, pero el festejo es de todos. En la actualidad se viven momentos oscuros, pero como lo dije la vez pasada, siempre hay una luz en el camino y en el último encuentro emergieron de la banca aquellas promesas de la cantera, cuales niños héroes a defender su casa y su bandera, esperemos con paciencia que estos jóvenes rindan frutos y nos puedan regalar la séptima, mientas tanto seguiremos escribiendo de los más importante de los menos importante.

